El futuro de la alimentación de la población mundial es complicado. La disponibilidad de una ingesta diaria adecuada de alimentos en todos los rincones del planeta, la obesidad, el envejecimiento de la población, los cambios demográficos o la sostenibilidad de los distintos eslabones de la cadena agroalimentaria son problemas interconectados que auguran un futuro complicado. Estas son las malas noticias, pero también hay buenas. Probablemente la mejor es que durante los últimos años se han desarrollado nuevas herramientas científicas con las que abordar las soluciones a estos problemas. Mediante un uso inteligente de las mismas podrían paliarse, o incluso resolverse, muchos de esos grandes retos. Estamos hablando, entre otros, de los desarrollos en biotecnología, genómica, nanomateriales, robótica, inteligencia artificial o big data.
En la Comunidad Valenciana tenemos centros de investigación públicos y empresas que manejan todas estas tecnologías. El caso de la biotecnología y la genómica es muy relevante y un buen ejemplo de la fuerza innovadora de nuestra comunidad. Trabajan activamente en proyectos biotecnológicos centros tecnológicos como AINIA, más de dos centenares de grupos de investigación en centros valencianos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de las universidades públicas y privadas de nuestra comunidad y muchas start-ups y empresas biotecnológicas. Todos estos actores están asociados a BIOVAL que actúa como un imán para apoyar sus inquietudes y derechos. Muchos de los investigadores que trabajan en estos centros valencianos son pioneros en las diferentes áreas de la investigación biotecnológica y lideran proyectos internacionales. Esta situación de relevancia científica también se da en las otras áreas comentadas anteriormente (big data, inteligencia artificial, nanotecnología o robótica).
En otras palabras, en la Comunidad Valenciana tenemos todos los mimbres para convertir a nuestra comunidad en un centro clave en la innovación mundial del sector agroalimentario siguiendo la estela de transformación “One health” marcada por Naciones Unidas. Sólo nos falta algo fundamental: un plan. Para ello haría falta que nuestros políticos desarrollen una estrategia de investigación público-privada para la innovación agroalimentaria del futuro. Como cualquier apuesta en ciencia y tecnología esa apuesta no podrá ser para un año o dos. Debería tener una estructura plurianual, de al menos diez o quince años, porque sólo así se innova para el futuro. En otras palabras: un plan que se siga gobierne quien gobierne durante esos años porque así se pactó. Eso implica diálogo y asumir que ninguno tiene la solución perfecta y todos pueden tener buenas ideas para llegar a un consenso óptimo. Esperemos que suceda algo así.
El biólogo Daniel Ramón participó enFocus Pyme y Emprendimiento Agrofood, celebrado el 26 de noviembre en Cajamar.